lunes, 4 de mayo de 2020

Día 35. La bolsa de labores.

Como 5 años después de haberla tocado por vez última, mi bolsa de labores vio la luz y me acompañó un rato en la tarde, a la sombra de la camelina. Me llevó varios minutos desenredar los estambres, y desenredar en mi cabeza el orden en el que va el entramado en el telar; pero rato después, las arañas que tejen sus redes en el jardín me veían de soslayo con cierta envidia. 

Una bolsa de labores es un término poco empleado hoy en día: suena a tiempos pasados, a abuelitas laboriosas, a señoras de casas solariegas, a señoritas solteras languideciendo tras una ventana. No soy una, ni la otra, ni la otra; pero sí  soy un resabio del tiempo en que a las mujeres nos educaban para hacernos cargo de la casa, tocar el piano y tener bolsa de labores; y desde luego, también para hacer una carrera universitaria, aprender idiomas y salir a comer el mundo. Jamás he podido conjuntar consistentemente las dos cosas, al mismo tiempo.

Hoy en día, gracias a las redes, y a poco de huronear, da uno por error con historias de mujeres modelo que son todopoderosas: profesionales de éxito, madres coraje, cocineras tradicionales, corredoras de maratones, amantes seductoras de sus parejas, y todavía tienen tiempo para presumir todo en redes. Algunas hasta son hasta presidentas de un país. Me da gusto por ellas y desde luego, también un poco de envidia. 



Pero en fin; entre las sorpresas la temporada de cuarentena, ha estado poder convertirme, aunque sea unos días, en esa mujer que tiene bolsa de labores y puede sacar su tejido por las tardes, bajo la camelina. Y recoger las moras antes de que se pudran en el suelo, y hacer con ellas tartas, panqués y gelatinas. Y desayunar granola salida del horno de la casa. Y comer todos los días con agua fresca de frutas, recién hecha. Y hacer por fin las cortinas de crochet que quiero poner desde hace tanto. Y dedicar algunas horas cada día a las labores de oficina, y atender a un Papá nonagenario y a un marido que sí está trabajando, y a muchos perros que cuidan la casa. Y hacer ejercicio cada día y escribir unas líneas deslabazadas, por las noches. Cada quien sus alcances...


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