miércoles, 3 de junio de 2020

Día 64. Áreas Naturales Protegidas

Hace un par de meses tomé parte en una salida de campo, para tomar datos de una especie de planta que se encuentra en un alto estado de vulnerabilidad. La salida tuvo lugar en una de las Reservas de la Biósfera de mayor antigüedad en nuestro país, donde organizaciones tanto oficiales como ciudadanas, aportan serios, comprometidos y a veces hasta enconados esfuerzos por mantener a salvo los ecosistemas de esta porción de nuestro territorio nacional. Todos ellos tienen nombre y apellido, muchos de ellos son colegas, incluso amigos. Varios nos auxiliaron desde la etapa de planeación, con la información que tenían sobre la especie que nos interesaba; una vez en campo, nos brindaron compañía, guía y contacto con informantes locales. Gracias a estos contactos clave, la salida fue exitosa. 
Como estudiosos de la biodiversidad mexicana, constantemente estamos buscando información sobre las especies, al nivel más detallado que nos sea posible conseguir. Esto permite ir apreciando que no  obstante los invaluables esfuerzos ciudadanos, y oficiales, en la figura de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (ANP), la cantidad de información que deberíamos tener para gestionar apropiadamente la diversidad de nuestras ANP, está incompleta. La falta de un esquema práctico y estandarizado para la elaboración y actualización de los planes de manejo, que incluya un registro de datos para evaluar el impacto de las ANP en la conservación de las especies, limita el conocimiento de los procesos que tienen lugar en su interior, y sin los cuales, es difícil plantear una buena estrategia de manejo. La actualización y sistematización de la información generada por grupos de investigación que trabajen dentro de las ANP -son muchos- sería fabulosa; pero no existe. Los escasos trabajadores federales, en sus recorridos cotidianos, van añadiendo minutos y horas a sus jornadas para registrar las observaciones de organismos que pueden estar amenazados, en peligro de extinción, o ser nuevos registros. 
De acuerdo con nuestra legislación, las ANP son porciones terrestres o acuáticas del territorio nacional, representativas de sus diversos ecosistemas. México cuenta con cerca de 180 ANP  decretadas a nivel federal, que de acuerdo con su extensión, finalidades y objetivos, se clasifican dentro de las siguientes categorías: Reserva de la Biosfera, Parque Nacional, Monumento Natural, Área de Protección de Recursos Naturales, Área de Protección de Flora y Fauna, Santuarios y Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación. Cada una de ellas debe de contar con un Plan de Manejo que contenga la caracterización y descripción del entorno biofísico y socioeconómico; el diagnóstico y problemas del área protegida con base en la evaluación del desarrollo socioeconómico local, municipal y regional; la planeación, derivada de los procesos de diagnóstico y participación social a partir de las cuales se establecen las líneas de acción para lograr los objetivos del área protegida; la zonificación, generada a partir de la evaluación de las características biológicas, ecológicas y del uso del territorio; sus reglas administrativas, y una propuesta de evaluación de la integración funcional del sistema.
Al paso de los años es posible ver que las declaratorias de las Reservas de la Biosfera en México y sus planes de manejo han ido evolucionando, de modo que la información relativa a sus especies se presentan con un nivel cada vez más fino de detalle. No obstante, en muchos casos hay todavía falta de actualización del inventario biológico. Hago hincapié en esa parte porque es el cimiento de todo lo demás. 
Es necesario fortalecer, acoger, apoyar, valorar, comprender, mejorar el Sistema de Áreas Naturales Protegidas de México, y la Comisión Nacional que lo custodia, atiende y gestiona. El conjunto de ANP protege 25 millones 394 mil 779 hectáreas del territorio nacional, lo que equivale al 10.47% de la superficie terrestre y 2.45% de la superficie marina. Como se comprende, no es precisamente “el patio de la casa” al que podemos salir a la puerta, echarle una ojeada para ver si está en orden, y regresarnos contentos de haber cumplido con nuestro deber. Y con todo, no debemos olvidar que este esquema es sólo una parte de los esfuerzos que deben sostenerse en nuestro país a fin de conocer, proteger, conservar, rehabilitar y aprovechar de manera sustentable la diversidad biológica. 
El hecho de vivir en país megadiverso puede ocasionarnos mucho orgullo. Ahora bien, la cosa no termina con sentir orgullo: vivir en una tierra como la nuestra, confiere grandes responsabilidades, y si bien parece que hemos llegado tarde en muchos aspectos del concierto mundial de la conservación, hace ya varias décadas que en México se inició la construcción de una política ambiental contemporánea, anidada en los convenios mundiales de conservación. Ha sido un camino largo, construido por muchas manos anónimas. No debemos desandarlo. 


El dato adicional: La cosa con las Áreas Naturales Protegidas (ANP) cobra especial relevancia en estos tiempos pandémicos, en que sale a relucir claramente el papel crucial de la diversidad biológica en su conjunto, como escudo protector ante posibles saltos mortales que un patógeno dé de una especie a otra. Cuanto más conservada la diversidad biológica, cuanto más variada, cuanto mejor estructurada, cuanto más equilibrada, mayores posibilidades de que la variedad posibles hospederos que reciban un hipotético patógeno -llamémosle virus-, no cuenten con un receptor al cual éste se pueda anclar, y lo desalojen tempestuosamente por alguna vía excretoria, sin haber sufrido daño alguno. 

Fuentes consultadas: 
Por decreto, CONANP se queda sin 75 por ciento de recursos; más de 200 despedidos.
Reglamento de la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente en materia de Áreas Naturales Protegidas:
Términos de Referencia para la Elaboración de Programas de Manejo de las Áreas Naturales Protegidas Competencia de la Federación