Para la manada que llena nuestras vidas de pelos, babas, y alegría.
A la Muerte el cubrebocas le estorbaba,
y su trémolo vaho, las gafas le empañaba.
Pobrecita Parka! Toda desorientada,
su brújula consultaba.
Con la vista nublada,
los números le bailaban;
y con la mala lectura que tomó,
en El Cucurucho, aterrizó.
Quince rabos la esperaban,
quince rabos se agitaban.
- ¡Qué bonita manada me voy a llevar!
veré con cual de todos he de comenzar.
-Este chaparro está muy orejón,
y a mi bolsa lo meteré de un jalón.
Ella no se dio cuenta
que más rápido fue Don Pilón:
con un movimiento de orejas,
un fémur le desprendió.
Quedó la Muerte coja,
pero no se desanimó:
- ¡Con este greñudo grisáceo,
mi desquite me doy!
Pero Teddy, dando giros y giros,
peroné y tibia le soltó.
- ¡Guaguatos irrespetuosos!,
la Parka se enojó.
- ¡A este rojito lo agarro,
y me lo trueno de sopetón!
Pero el Rosso, con ágil brinco,
el esternón le quebró.
Medio desarmada y torcida,
la Calaca no se daba por vencida;
y al ver a una guaguata flaquita,
cobró ánimos diciendo:
- ¡Esta huesuda es de las mías!
Pero Nanuuk, con grácil movimiento,
zafóse de la Flaca, que mostró gran descontento.
Bolik y Goyu están recién llegados,
y con tanto alboroto, desconfiaron.
Viendo tantos güesos andando,
en un rincón se agazaparon;
cuando cerca les fue llegando,
como cohetes se le abalanzaron.
Brincaron encima de ella,
la tumbaron con sus patas,
y del porrazo la dejaron quieta.
Fue entonces que aprovecharon
pa’ merendarse falange, falangina, falangeta.
- ¡Déjenme tantito! -dijo el Chester-,
que los omóplatos ya se me antojaron
Y alcanzando al Esqueleto, cojo y desmembrado,
las fauces en sus espaldas le fue encajando.
Tucita y Doña Teya la estaban esperando,
pues sus malas intenciones
ya habían adivinado.
Y como buen equipo,
que en armonía está actuando,
a la Muerte mordieron las costillas,
y la dejaron aullando.
Creyendo que la había librado,
la Flaca preparaba la huida;
y dando un traspié tras otro,
se enfilaba a la salida.
Cuál no sería su pesadilla,
al ver seis hociquitos dentados,
seis colitas alegres que se movían.
Seis hermanitos, la pequeña jauría,
en conciliábulo se reunía.
Entre ellos comentaban que,
aunque desmembrada ya venía,
si hacían con cuidado el reparto,
para todos alcanzaría.
Cúbito y radio para Don Balto;
para Rigel, el íleon;
vertebritas para Falcor.
Para Coyolli, el isquion;
para Yoshime, metatarsos;
y como premio a su paciencia,
Capitana Mushka se llevó el cráneo.
¡Qué día tan aciago!
Para la Calaca fue tan malo,
que acabó rumiando su experiencia,
diciéndose a sí misma:
- ¡Parka zonza, dónde diablos te metiste!
Aprende bien la lección:
un esqueleto no tiene chance
donde los perros tienen bastión!
La manada recuerda con gusto
aquella tarde de otoño,
en que comieron tantos huesitos,
y otros enterraron en un hoyo;
un atracón se dieron,
sin darse cuenta plena
que en el año de la pandemia,
a la Huesuda vencieron.
Por Beatriz Maruri Aguilar, en los Días de Muertos de 2019 y 2020.
Muy bonita calavera!
ResponderBorrarPobre Calaca, no se esperaba, a una manada! :)
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