Ay, Tomás...¿de qué te sirve evadir la idea de la muerte? ¿Tu crees que nomás por no pensar que existe, vas a alcanzar la eternidad? La naturaleza nos avisa a cada instante que la vida es un río, que fluye y cambia continuamente, y que en algún momento tiene que terminar.
Y el agua del río, Tomás, cada instante es nueva....¿o a poco el río se queda ahí, nomas parado?
No, Tomás...cuanto más nos hagamos a la idea de la vida como un constante cambio, menos difíciles serán los trances de llegada y despedida. Tu nada más observa: el día le sigue a la noche, y dura solamente lo que tiene que durar. Si lo aprovechas bien, y si no, pues ya se te fue, no va a regresar. Vendrá otro, pero ya no será el mismo. Tendrá su propio aire, su propia atmósfera, su propia combinación de gentes, de sonidos, de calor y de frío, de sentimientos, de música y de alegría y de dolor, de preguntas y respuestas porque cada día, sí, cada unito, trae todo eso.
Así que si no aprovechas esa combinación, ¡pues ya te la perdiste! Y te perdiste toda la cantidad de universos que podrían haber nacido de ese día en que te la pasaste nomás papando moscas.
De modo que yo pregunto: ¿porqué te habría de sorprender la muerte, Tomás, cuando la vida nos ha gritado constantemente que va a llegar? Como dijeron por ahí chamaco: agarra todo lo que tu eres y jálate, que por más que lo esquives, la flaca te va a llegar. ¡Mejor que te encuentre jalando, y no nomás 'ai engarruñao!
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