Hoy he asistido a una charla entre expertos, organizada por la WWF México (World Wildlife Foundation. Conformaban el panel los siguientes expertos: Rafael Ojeda Flores, Gerardo Suzán, Rodrigo Medellín y Jorge Rickards, moderados por Ana de la Torre. La charla, -virtual-, como están siendo todos los instrumentos de comunicación, divulgación, docencia, arte, etcétera, en esta temporada, llevó por nombre "Pandemia y naturaleza: Charla entre expertos".
A decir verdad, llegué un poco tarde al panel, de modo que probablemente me perdí de las explicaciones sobre los mecanismos en los que los reservorios virales de las comunidades silvestres pueden alcanzar nuestras inmaculadas -o no tanto- estanterías de mercados y supermercados. Me tocó llegar en el momento álgido en el que panelistas y participantes debatían acaloradamente -en acuerdo- en la imperiosa necesidad de convertir los temas ambientales, conservacionistas y de biodiversidad, en tópicos centrales, no solamente de la agenda política y de administración pública, sino de la población en general.
Me llamó la atención poderosamente una propuesta enunciada por el Dr. Gerardo Suzán, Profesor de la Escuela de Medicina Veterinaria de la UNAM: convertir los temas de conservación, biodiversidad y medio ambiente, como núcleo esencial de los currículos escolares en México. ¿A distintos niveles, desde la educación básica hasta la superior? Esto supondría un cambio radical en la enseñanza, que seguramente requeriría una actualización de contenidos y enfoques para maestros normalistas, profesores de asignatura, tutores, etcétera.
En nuestro país, ya tiene tiempo que se han puesto en marcha esfuerzos muy valiosos por incorporar estos temas a la formación del alumnado. Existen los esquemas en los que un profesor externo acude a la escuela a dar temas específicos de ciencia; también hay programas cuya finalidad es acercar el conocimiento a la sociedad, tendiendo lazos entre las instituciones educativas, y aquellas que pueden brindar talleres, conferencias, charlas, recorridos sobre temas específicos: museos, jardines botánicos, planetarios, bibliotecas, parques educativos, centros de investigación y un largo etcétera. Soy testigo de que no falta voluntad de los diferentes involucrados: los profesores quieren abrir nuevos horizontes de pensamiento a sus alumnos, y los investigadores y divulgadores se rompen la cabeza buscando mecanismos atrayentes para explicar, en sesiones más bien cortas, o únicas, conceptos complejos relacionados con temas tan disímbolos como biodiversidad, astronomía, robótica, biología molecular, informática, química de la atmósfera, cambio climático, y largos etcéteras.
Quizá ahí es donde está el meollo del asunto: transitar de la concepción de las experiencias relacionadas con la ciencia como momentos aislados o anecdóticos en los planes de estudios escolares, a la inserción de los mismos en un marco que lleve como eje transversales el entendimiento de la naturaleza como el sistema que permite nuestra propia existencia. Con un componente de participación práctica, donde el alumno se ensucie las manos y aprenda a través de sus propias experiencias (constructivista). También es necesario fomentar en los educandos una actitud de reflexión y crítica, que les lleve a ser ciudadanos conscientes.
Hemos crecido desvinculados de la materia elemental: la naturaleza de la que formamos parte. Nuestros modelos económicos y educativos nos han entrenado para verle como un barril sin fondo de recursos, al que siempre se puede recurrir para sacar un poco más de agua, de suelo, de madera, de combustible, de energía, de gas natural, de petróleo, de minerales; a la que siempre podemos arrojarle un poco más de desechos a sus diferentes interfases: atmosférica, hídrica, edáfica, biológica; sobre la que siempre podemos ejercer un poco más de presión para sembrar otra hectárea más de monocultivo, excavar otro pozo de agua, horadar otra ladera en busca de más minerales. Revertir nuestro modelo no es tarea de un día; pero no revertirlo en absoluto es seguir condenando a nuestra especie. La educación, es parte del modelo.
Un plan de estudios que desde el nivel básico nos haga tomar conciencia de la importancia de la naturaleza, y de nuestra relación respetuosa con ella, para asegurar la salud del sistema completo -incluida la nuestra, como un elemento más del mismo-, es un elemento clave dentro del conjunto de medidas que desde ya tenemos que estar planeando, no solamente para evitar otra pandemia, sino porque es lo mínimo decente que nos corresponde como la especie que razona, escribe, almacena información y crea infraestructuras complejas de organización. Son ventajas; también deben crear compromisos.
Imagen obtenida en Twitter: Education 1st Recruitment and Consultancy (@Education1stt)
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