Por Beatriz Maruri Aguilar.
-Qué sencillo lo dicen.
Pensaba, mientras se daba cuenta de que estaba despierta sin que hubiese sonado el despertador. Consciente, lista para saltar de la cama.
-A la primera señal de cualquier bulto anormal, acuda a su médico.
Eso es lo que la lógica de supervivencia sugiere, sin tomar en cuenta otro componente primitivo de la psique: el miedo, alimentado por historias escuchadas a lo largo de la vida, de personas sanas e iban por ahí haciendo planes, riendo, hablando, actuando, hasta que alguien con una bata blanca les decía que estaban al borde de la tumba y tenían que aprovechar el poco tiempo que les quedaba.
-Lo bueno es que en cuanto suene el despertador me podré levantar sin problema, dado que estoy tan despierta. Si tan solo la cama no fuese tan tibia y confortable. Maldita sea, son apenas las doce con cincuenta y un minutos. ¿A qué hora apagué la luz? Hace escasas dos horas, y aquí estoy, más despierta que un gallo a punto de cantar.
Las horas de insomnio dan a la mente un lienzo en blanco para que dé vueltas y revueltas a una idea: el cuerpo como una bomba de tiempo. La compara a un viaje a bordo de una nave que puede autodestruirse en cualquier momento, pese a que cada día pasa los protocolos de rutina. En el caso de su cuerpo, repasemos la lista: ¿Horas de sueño suficientes? -No siempre. Hoy, por ejemplo. ¿Alimentación sana y equilibrada? -Pongamos que sí, tres comidas y dos colaciones. Ayuda un poco que por alguna razón, no engorda con nada. Siguiente: ¿suficiente agua durante el día? -Pues… en invierno no mucho, no ayuda que haga frío, y el agua se siente como si se deslizase por una tubería de lata. ¿Deporte suficiente? -Quizás… media hora diaria de caminata, y una hora o dos horas semanales dando vueltas en la alberca. ¿Buen manejo del estrés? -Este… ¿podemos omitir esa pregunta? No; es necesario contestarla, dice el centinela que mantiene alerta a la conciencia. -Pues… no hay que analizar mucho para saber que no es tan bueno, y para prueba, este momento: despierta como un búho a la una de la mañana; pero cuando llegue el momento de levantarse, la cabeza estará tan pesada como si le hubieran zambutido una paca de algodón entera.
En fin, no hay más que enfrentarse al sistema de salud pública, que es lo suficientemente bueno como para costear dos estudios casi consecutivos que eliminen -o confirmen, ¡diablos! - la posibilidad de un pasajero indeseable a bordo; ¿porqué de repente algunas células pierden el control y empiezan a dividirse como alma que lleva el diablo? Seguramente los procesos que regulan ese descontrol son fascinantes; pero, a decir verdad, ella no querría contribuir a su estudio.
¡Ya es mañana! El despertador lo declara con su nota periódica, ascendente, indiferente, implacable. Poco sabe el aparatejo si descansó o no; avisa que, esté como esté, va para arriba. Hay que ir al procedimiento de rutina.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario