sábado, 27 de julio de 2024

11. Entro a casa

(Por la Vieja Enrebozada)

 11. Entro a casa. Dejo el bolso, deposito la llave sobre el aparador, y escucho una voz:

- ¡No vengas!

La puerta del baño está entreabierta y bloquea el último tramo del pasillo, de donde proviene la voz que repite:

- ¡No vengas!

Aparentando absoluta tranquilidad, contesto para tantear la situación.

- ¿Está todo bien, Pa?

- Pues…

- ¿Estás lastimado?

- Pues…

“Pues” es una palabra ambigua y es mejor que me entere de lo que pasó.

- Papá, voy a pasar.

Con precaución, empujo la puerta que obstruye la visibilidad. Es entonces cuando lo encuentro tendido en el suelo, completamente acostado. Por un extraño instante, me hace pensar en Tutankamón.

- No quería que te preocuparas, por eso no quería que vinieras…

Como puedo, lo ayudo a incorporarse. Poco a poco, entre ambos, lo vamos desplazando. Parece un enorme cangrejo. Alcanzamos la cama y conseguimos que se siente ahí. Se contempla al espejo que tiene enfrente y se dice, por lo bajo:

- Pendejo.

Ya enfrentaremos la espera en urgencias, los ajustes a la rutina, la búsqueda de una nueva estabilidad. Por lo pronto, escucharlo siendo él me tranquiliza, a pesar de la escena.

Tengo cuarenta y ocho años. Papá tiene noventa y dos. Hace tiempo que soy responsable de su bienestar.

 

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