No tengo reparo en admitir que, desde un momento determinado, soy fan de Luis Miguel. En su primera etapa como cantante, sus rasgos delicados, su cabello largo y lacio y sus altísimos tonos de voz me hacían decirme “-parece niña”. Pero cuando en 1990 vi la portada del álbum “20 años”, cambié de opinión. Antes de eso ya había yo tarareado y bailado canciones como “Ahora te puedes marchar” o “La incondicional”, pero esa tarde, mi vida cambió un poco en esa tienda de discos: buscar quien me prestase “20 años” y grabar un cassette con varias canciones, fue todo uno. De ahí en adelante fui coleccionando sus diversos álbumes -incluyendo los LP’s de “Soy como quiero ser” y “Busca a una mujer”-, disfrutando unos más y otros menos, adecuando ciertos temas al momento emocional de mi existencia, bailando las canciones que para ello se prestaban, poniendo su música para escucharla y, en síntesis, incorporando el #sonidoLuisMi al fondo musical de mi existencia, junto a un variopinto conjunto de géneros, artistas e intérpretes.
A lo largo de los años, he formado mi propio juicio acerca de este cantante. Sin intención peyorativa, creo que Luis Miguel no es un artista, sino un intérprete con una excelente voz, sensibilidad artística y -ejem- muy buena percha. No obstante, percibo que su carencia original de un estilo propio -sí que ha tenido estilo, pero creo que le ha sido impuesto-, le ha orillado desde mediados de los noventa e inicios de la década del 2000, a una cierta indefinición o inestabilidad musical. Este párrafo no es un análisis especializado y solamente respaldaré mi juicio con otras dos apreciaciones subjetivas: entre la racha de “Romance”, “Segundo romance” y “Mis romances”, los álbumes que no eran de boleros me sonaron despersonalizados, como temerosos; no conecté con ellos como con “Busca a una mujer”, “20 años” y “Aries”. Aun así, sus interpretaciones de los temas clásicos son interesantes, y hay canciones que me gustan bastante en sus trabajos posteriores. El otro signo que yo he interpretado como descorazonador en cuanto al rumbo de su carrera musical, son los álbumes “temáticos” –“Navidad”, “México en la piel”-, y la explotación de compilaciones en vivo (“El Concierto”, “Vivo”), que en realidad no son grabaciones de un concierto en particular pero que sí, suenan muy bien.
Con todo, jamás he dejado de escuchar a Luis Miguel, aunque estoy lejos de ser una fan “de hueso colorado”. Al paso de los años, he ido conociendo algo de lo poco que se sabe de su vida, pero no he leído ninguno de los libros que acerca de él se han escrito, no lo he ido a ver en vivo y nunca me pasó por la mente la idea de conocerlo en persona. Pero, oh faceta morbosa de mi personalidad, el saber que su serie autobiográfica se transmitiría por Netflix, me hizo programarme mentalmente para verla.
Se han escrito ríos de tinta sobre los trece capítulos que constituyeron esta primera temporada y creo que difícilmente podría abonar algo nuevo a la discusión colectiva. Me parece que estuvo bien hecha y que los actores hicieron bien su trabajo: hay que resaltar la interpretación de Óscar Jaenada como Luis Rey, el controvertido padre del cantante, y quien paradójicamente, sí era un artista. Diego Boneta, en el rol principal, nos hace preguntarnos en un momento dado si nos gusta más él haciendo de LuisMi, que LuisMi mismo. Los escenarios, la recreación de la época, los vestuarios y accesorios, nos llevaron a algunos de nosotros de regreso a nuestra infancia y adolescencia. Al ser una biografía autorizada, me resultó evidente que hay ciertas partes de ficción que se requieren para armar secuencias en un orden que funcione para la pantalla chica. Y como todos quienes la siguieron, cada semana me enteraba que iban saliendo a la luz personajes que se sintieron imprecisa o insuficientemente retratados, y cuyos callos adoloridos exponían en declaraciones que después la prensa desmigajaba hasta el infinito. Finalmente, cada quien tiene un trozo de la verdad; nadie la tiene completa.
Ya desde el fondo de mi corazón reconoceré lo impresionada que estoy al darme cuenta de cuan ignorantes podemos ser de la situación personal que puede estar atravesando una figura pública de quien siempre esperamos que dé la mejor de sus sonrisas, la más entonada de sus interpretaciones, la más pulcra de sus imágenes, cuando de puertas adentro puede estar viviendo un infierno que a cualquier otro mortal le daría razones suficientes para no levantarse por la mañana. Aún si hubiese sido enteramente ficción, hay trozos de la historia que acaban por doler a uno. Con mayor razón siendo verdad.
La serie, ¿ha sido una maniobra estratégica y/o una estrategia mercadotécnica? Sea. Si esto le sirve a alguien -en este caso, a LuisMi- para hacer una catarsis de su vida y de pasada reconquistar y abrirse nuevos nichos en el mercado, en los consumidores-oyentes-fans está el poder de que la idea sea exitosa o no. Yo seguramente seguiré escuchándolo y le agradezco todos los momentos en que me ha acompañado. Ahora tengo más elementos para comprender lo que en el pasado me han ido pareciendo decisiones cuestionables, musicalmente hablando, y sé lo que puedo encontrar en sus álbumes pasados, actuales y posiblemente, venideros.
#TequeremosLuisMi, te queremos; no creo que debas preocuparte demasiado por lo que pasará con tu música; como dije al inicio, ya forma parte del soundtrack de las historias de muchos de nosotros.
El dato inútil.
Ahora, muchos otros intérpretes quieren hacer su serie autobiográfica...
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