Cantor, actor, escritor y pensador. Óscar Chávez ingresó anoche en un centro hospitalario; tal vez no esperaba ingresar, al día siguiente, al umbral que atraviesan las leyendas para dirigirse a la larga gloria. Víctima de la pandemia que nos mantiene en este aislamiento, su partida a mí también me toma de sorpresa, y me entristece de golpe.
Su voz profunda y timbrada siempre me produjo una vibración en el pecho, que se conectaba con ese hilo que lleva derechito al lugar de donde brotan los suspiros. Y para asegurarme de tener siempre una buena dosis de esas vibraciones, a lo largo de los años fui reuniendo una pequeña colección de discos suyos, que incluyen grabaciones de conciertos en lugares tan disímbolos como el Auditorio Nacional -con su tradicional temporada, cada año-, o Ámsterdam, donde, junto a Amparo Ochoa, cosecharon una buena dosis de aplausos de color naranja. O aquel disco que conjunta de manera magistral la voz de ángel de Tehua con la suya. O la divertidísima compilación de canciones escritas por Chava Flores, retratando con profundidad y armonía esos cuadros tan vernáculos, donde a veces nosotros mismos estamos reflejados. O aquel otro, "Flores Negras". O aquel otro...
Todos están aquí en el estante junto al cual estoy escribiendo. Seguiremos escuchando su voz profunda; nos volverá a susurrar canciones de amor, a exigir abrir los ojos, a explicar porqué no hay que olvidar el pasado, a urgir la construcción de un nuevo presente. La volveré a escuchar, sin duda; dentro de algún tiempo. Porque hoy, mi corazón está sentido y suspira, pero de puritita tristeza. Sin ánimo de entenderlo, a pesar de que la muerte es el más entendible de todos los desenlaces mundanos, le despido con una reverencia. Gracias Maestro; buen viaje.
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