La relación que tengo con mis horas de sueño tiene una constante: es inconstante. Sigue dos patrones: por largas temporadas, nada más apoyar la cabeza en la almohada, el sueño hace una eficiente aparición que dura más de seis horas consecutivas, durante las que no sé de mí, ni del mundo circundante. Y de pronto, se ven interrumpidas por episodios de uno o varios días en los que la temperatura de la habitación, el grosor de las almohadas, las arrugas en mi pijama, pero sobre todo, los duendes de mi cabeza, todo conspira para que den la una, las dos y las tres, y yo esté tan despierta como ahorita.
En esta ocasión probablemente mi ausencia de sueño se debe a la tormenta de ideas que vienen en esta realidad, a la que seguimos estando poco habituados. Finalmente, tenemos en el horizonte el fantasma de la incertidumbre, el mejor aliado de la ansiedad. Pero esta noche en particular, mi mente divaga por ideas diversas, sin profundizar en ninguna:
Preguntas varias (la mayoría sin respuesta). // Trazos sobre los pendientes que hay que seguir adelantando (cuando aparezca el sol, y si logro dormir algo en lo que resta de la noche. Si no logro dormir, de todos modos habrá que hacerlo, solo que un poco de malas y sin demasiadas ganas). // Recapitulación de tareas realizadas y pendientes (porque siempre hay que pensar en que hay algo que hacer: hay que tener algo que le de sentido a cada instante, pandemia haya o no). // Pensamientos y recuerdos de personas que no son cercanas o conocidas, pero que de pronto, quisiera saber como están (tal vez saber que las personas que empacan nuestras compras en el supermercado están bien, equivale a la recuperación de un pequeño trozo de ese pasado normal que está ahí, inalcanzable, a hace pocas semanas de distancia) . // Pensamientos sobre nuestros conocidos -lejanos o cercanos- que trabajan en el sector salud (hace tanto que no los vemos. Ojalá estén bien). // Cifras de esas que a diario hay que escuchar, y que de pronto, ya quisiésemos olvidar (pero es al revés, cada noche estamos pendientes de esa diapositiva con recuadros de colores que nos cuantifican el trance, y en que etapa del mismo están-estuvieron-ya no están, aquellos que lo van integrando. Individualmente tragamos nuestro miedo de estar alguna vez formando parte de las cifras). // Memorias de eventos que casi acaban de pasar, pero que a la luz del escenario actual, parece que hubiesen sucedido en otra vida (Que bueno que se hizo lo que se hizo; al final solo quedará el consuelo de lo que se hizo. Pandemia haya, o no). // Esperanza. (De que lleguemos a una nueva normalidad, sin demasiadas cicatrices de esta etapa. O con las inevitables).
¿Vendrá Morfeo?
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