martes, 26 de mayo de 2020

Día 57. Minificción en E.

Desde que Pepe Mequetrefe y Esther Efervescente entretejen el brete del cheque, el Rey Vejete teme el estrés de ser el demente pelele. 
Teté Excelente vende merengues en el pesebre y pretende entretenerle desde el templete verde del césped de Tepelmeme. Bebe jerez, leche y merengues el Rey Vejete. Breve cese del estrés. 
El hereje regente, que es Pepe Mequetrefe, se excede. Entre él y Esther Efervescente, pretenden estremecer y vender Tepelmeme, y el Rey Vejete. El desdén de gente decente merecen. 



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jueves, 21 de mayo de 2020

Día 52. ¿Qué día es hoy?

Hoy desperté con las energías del jueves. Desayuné piña, jugo, pan con aguacate y aceite de oliva y semillas. Podría haber sido un martes cualquiera. Ataqué mis pendientes de home-office con la objetividad del lunes, avanzando en la redacción de ese artículo que a ratos más bien parece capítulo, y luego ya de plano es un folleto, pero me atoré en un tema como a veces me suele pasar en viernes, en que me doy cuenta que mi avance es como el del nadador en un lago de melaza. Apunté la bibliografía que voy a revisar mañana lunes, que es cuando estoy más concentrada. Como ya estaba algo cansada, me fui derechito a la cocina a cocinar como cada domingo, y como el caldito estaba rico, y la limonada estaba fría, de pronto ese rato me dio sabor de sábado. Pero a la hora de pasar por el comedor, me di cuenta de que los muebles tienen el polvo característico de los miércoles. Decidí dejar para mañana domingo lo del quehacer. No me gusta mucho ese día para la trapeada, pero ya se me fue la semana entera, no supe ni en qué. ¿O qué, todavía no termina? No importa. Ojalá mañana sea lunes, o su equivalente en mi estado de ánimo, que suene estar bueno casi todos los días que no sean jueves.



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martes, 19 de mayo de 2020

Día 50. Retorno a la idea elemental: Homo sapiens, una especie más.

Como ningún otro trance, la pandemia de COVID19 ha uniformado las variadas circunstancias en las que viven miles de millones de personas en todo el planeta. El temor a contraer la enfermedad es el motivo que nos tiene confinados, pues el curso de esta varía de un individuo a otro, y ninguno queremos ser conectados a una máquina que supla nuestras funciones vitales. En el extremo de los temores, ninguno queremos morir de COVID19.

La amenaza colectiva que percibimos nos ha movido, como nunca, a reflexionar acerca de diversos temas. Uno de ellos, la manera en que nuestra especie se relaciona con su entorno. El contagio y dispersión de un nuevo patógeno en todo el planeta, nos ha puesto de manifiesto el hecho de que Homo sapiens es sencillamente otra especie animal, vulnerable ante agentes externos. En este caso, es una sencilla partícula viral; pero existen muchos factores bióticos y abióticos que pueden poner a prueba nuestro organismo y llevarnos a una situación riesgosa en poco tiempo. Como estudiosa de la biología, estos principios son familiares para mí. Como miembro de la especie amenazada, me preocupa pensar en los millones de personas que los desconocen, les resultan novedosos o -peor aún- indignantes.

La reflexión sobre la relación de Homo sapiens con su entorno debe arraigarse en la conciencia común, no solamente para salir de esta pandemia, sino para emprender un nuevo camino de comprensión, coexistencia y respeto hacia todas las formas de vida. El reto es enorme porque conlleva la reorganización de las prioridades a escala individual y social, y la reintroducción de aquellas acciones que nos conduzcan a disminuir la enorme presión que ejercemos sobre los sistemas vivos de los que formamos parte. Dichas acciones han sido largamente olvidadas o traspapeladas por la urgencia de la vida cotidiana, y por la presión de mantener al alza los indicadores socioeconómicos.

Nuestro raciocinio nos ha llevado a desarrollar una descomunal variedad de lenguajes, creencias, hábitos, credos, sistemas de contabilidad, modelos de organización, teorías educativas, teorías de cualquier cosa, y un larguísimo etcétera de factores, cuya variedad tiende más bien a separarnos, y cuyos enfoques, en muchos casos, nos han apartado paulatinamente de la naturaleza. En esa heterogeneidad, lograr que siete mil millones de individuos estén de acuerdo sobre cualquier asunto, es tarea casi imposible. 

Debemos por lo tanto, regresar a los hechos elementales: ser miembros de la misma especie animal, y compartir un planeta con miles de millones de especies organizadas en sistemas complejos, interconectados entre sí y con flujos energéticos de diversa índole ocurriendo de manera ininterrumpida. De este punto de partida, podremos orientar nuestros pasos a la siguiente etapa: trabajar para reajustar nuestro papel en los mismos. La tarea abarcaría varias generaciones. 


"El hombre es parte del ambiente": modelo conceptual de un escenario en el que ocurre liberación de radioactividad al aire. Incluye, como componentes del ecosistema: (1) factores abióticos (recuadros azules), (2) diversas categorías funcionales de vida silvestre, incluyendo productores primarios (verdes), consumidores primarios (amarillos), consumidores secundarios (naranjas), depredadores (cafés) y parásitos (no mostrados), que junto con (3) Homo sapiens y especies asociadas a la actividad agrícola (rojas), son subconjuntos de estas categorías ecológicas. Las flechas representan la transmisión de radioisótopos (átomos con exceso de energía nuclear) a través de los componentes del ecosistema, hacia los superdepredadores. Las rutas se muestran en rojo cuando llegan a Homo sapiens. La representación muestra las relaciones ecológicas que vinculan a la red trófica natural con la red agrícola de Homo sapiens. La ilustración también señala la manera en la que el hombre altera los procesos ecológicos en el proceso de obtener su propia comida, empleando herbicidas y pesticidas que interfieren con la competencia de las poblaciones naturales, y que eventualmente, llegan a sus propios alimentos (De: Bréchignac, 2016). Disponible a través de licencia: CC BY-NC-ND 4.0

Ilustración y descripción obtenida de:
Bréchignac, F., D. H. Oughton, C. Mays, H. Tsukada et al. 2016. Addresing ecological effects of radiation in populations and ecosystems to improve protection or the environment against radiation: Agreed statements from a Consensus Symposium. Journal of Environmental Radioactivity 158-159:21-29. https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/

Texto escrito por Beatriz Maruri Aguilar.

lunes, 11 de mayo de 2020

Día 42. El arte en tiempos de Covid19.

La cuenta de instagram "The Covid Art Museum" (@covidartmuseum) se erige como escaparate de exhibición de obras de excepción, aquellas concebidas en los tiempos surrealistas que parece ser que han llegado para quedarse, de la mano del virus SARS COV 2.
Los artistas plasman su sentir respecto al virus de manera dramática, humorística e inclusive violenta.  Los  hay que plasman material original, y aquellos que se inspiran o en realidad, modifican obras muy conocidas, actualizándolas a los tiempos de la pandemia. Cualquier persona interesada puede enviar su obra a este foro, inaugurado por tres creativos ilustradores españoles.
Si alguna vez esta temporada se convierte en un pasado remoto, los historiadores de la humanidad tendrán en este repositorio un buen yacimiento de material para analizar varios aspectos del estado de nuestra psique durante la misma. Les dejo una pequeña muestra del talento que podrán apreciar en Ig @covidartmuseum, y les invito a que den clic en los vínculos situados al final de la entrada, para leer más al respecto.

@davepollotart 

Nueva versión de "La persistencia de la memoria" (Salvador Dalí)

Nueva versión de "Beso V" (Roy Liechtenstein)



Por otro lado, los medios artísticos de expresión urbana expresan, en diferentes ciudades alrededor del mundo, rindiendo homenaje al personal del salud -en varios casos, erigiéndose en su defensa ante los atroces e irracionales ataques que han sufrido- y retratando en distintos aspectos la nueva realidad de los tapabocas, los guantes, la distancia social...

Ciudad de México, México. 

Glynn, Reino Unido.

Nueva York, EU. 

Madrid, España


Fuentes:  
The Covid Art Museum
Instagram: @covidartmuseum 

jueves, 7 de mayo de 2020

Día 38. Educación, como siempre (para cuidar la naturaleza y evitar pandemias).

Hoy he asistido a una charla entre expertos, organizada por la WWF México (World Wildlife Foundation.  Conformaban el panel los siguientes expertos: Rafael Ojeda Flores, Gerardo Suzán, Rodrigo Medellín y Jorge Rickards, moderados por Ana de la Torre. La charla, -virtual-, como están siendo todos los instrumentos de comunicación, divulgación, docencia, arte, etcétera, en esta temporada, llevó por nombre "Pandemia y naturaleza: Charla entre expertos".  

A decir verdad, llegué un poco tarde al panel, de modo que probablemente me perdí de las explicaciones sobre los mecanismos en los que los reservorios virales de las comunidades silvestres  pueden alcanzar nuestras inmaculadas -o no tanto- estanterías de mercados y supermercados. Me tocó llegar en el momento álgido en el que panelistas y participantes debatían acaloradamente -en acuerdo- en la imperiosa necesidad de convertir los temas ambientales, conservacionistas y de biodiversidad, en tópicos centrales, no solamente de la agenda política y de administración pública, sino de la población en general. 

Me llamó la atención poderosamente una propuesta enunciada por el Dr. Gerardo Suzán, Profesor de la Escuela de Medicina Veterinaria de la UNAM: convertir los temas de conservación, biodiversidad y medio ambiente, como núcleo esencial de los currículos escolares en México. ¿A distintos niveles, desde la educación básica hasta la superior? Esto supondría un cambio radical en la enseñanza, que seguramente requeriría una actualización de contenidos y enfoques para maestros normalistas, profesores de asignatura, tutores, etcétera. 

En nuestro país, ya tiene tiempo que se han puesto en marcha esfuerzos muy valiosos por incorporar estos temas a la formación del alumnado. Existen los esquemas en los que un profesor externo acude a la escuela a dar temas específicos de ciencia; también hay programas cuya finalidad es acercar el conocimiento a la sociedad, tendiendo lazos entre las instituciones educativas, y aquellas que pueden brindar talleres, conferencias, charlas, recorridos sobre temas específicos: museos, jardines botánicos, planetarios, bibliotecas, parques educativos, centros de investigación y un largo etcétera. Soy testigo de que no falta voluntad de los diferentes involucrados: los profesores quieren abrir nuevos horizontes de pensamiento a sus alumnos, y los investigadores y divulgadores se rompen la cabeza buscando mecanismos atrayentes para explicar, en sesiones más bien cortas, o únicas, conceptos complejos relacionados con temas tan disímbolos como biodiversidad, astronomía, robótica, biología molecular, informática, química de la atmósfera, cambio climático, y largos etcéteras. 

Quizá ahí es donde está el meollo del asunto: transitar de la concepción de las experiencias relacionadas con la ciencia como momentos aislados o anecdóticos en los planes de estudios escolares, a la inserción de los mismos en un marco que lleve como eje transversales el entendimiento de la naturaleza como el sistema que permite nuestra propia existencia. Con un componente de participación práctica, donde el alumno se ensucie las manos y aprenda a través de sus propias experiencias (constructivista). También es necesario fomentar en los educandos una actitud de reflexión y crítica, que les lleve a ser ciudadanos conscientes. 

Hemos crecido desvinculados de la materia elemental: la naturaleza de la que formamos parte. Nuestros modelos económicos y educativos nos han entrenado para verle como un barril sin fondo de recursos, al que siempre se puede recurrir para sacar un poco más de agua, de suelo, de madera, de combustible, de energía, de gas natural, de petróleo, de minerales; a la que siempre podemos arrojarle un poco más de desechos a sus diferentes interfases: atmosférica, hídrica, edáfica, biológica; sobre la que siempre podemos ejercer un poco más de presión para sembrar otra hectárea más de monocultivo, excavar otro pozo de agua, horadar otra ladera en busca de más minerales. Revertir nuestro modelo no es tarea de un día; pero no revertirlo en absoluto es seguir condenando a nuestra  especie. La educación, es parte del modelo.

Un plan de estudios que desde el nivel básico nos haga tomar conciencia de la importancia de la naturaleza, y de nuestra relación respetuosa con ella, para asegurar la salud del sistema completo -incluida la nuestra, como un elemento más del mismo-, es un elemento clave dentro del conjunto de medidas que desde ya tenemos que estar planeando, no solamente para evitar otra pandemia, sino porque es lo mínimo decente que nos corresponde como la especie que razona, escribe, almacena información y crea infraestructuras complejas de organización. Son ventajas; también deben crear compromisos.


Imagen obtenida en Twitter: Education 1st Recruitment and Consultancy (@Education1stt) 



lunes, 4 de mayo de 2020

Día 35. La bolsa de labores.

Como 5 años después de haberla tocado por vez última, mi bolsa de labores vio la luz y me acompañó un rato en la tarde, a la sombra de la camelina. Me llevó varios minutos desenredar los estambres, y desenredar en mi cabeza el orden en el que va el entramado en el telar; pero rato después, las arañas que tejen sus redes en el jardín me veían de soslayo con cierta envidia. 

Una bolsa de labores es un término poco empleado hoy en día: suena a tiempos pasados, a abuelitas laboriosas, a señoras de casas solariegas, a señoritas solteras languideciendo tras una ventana. No soy una, ni la otra, ni la otra; pero sí  soy un resabio del tiempo en que a las mujeres nos educaban para hacernos cargo de la casa, tocar el piano y tener bolsa de labores; y desde luego, también para hacer una carrera universitaria, aprender idiomas y salir a comer el mundo. Jamás he podido conjuntar consistentemente las dos cosas, al mismo tiempo.

Hoy en día, gracias a las redes, y a poco de huronear, da uno por error con historias de mujeres modelo que son todopoderosas: profesionales de éxito, madres coraje, cocineras tradicionales, corredoras de maratones, amantes seductoras de sus parejas, y todavía tienen tiempo para presumir todo en redes. Algunas hasta son hasta presidentas de un país. Me da gusto por ellas y desde luego, también un poco de envidia. 



Pero en fin; entre las sorpresas la temporada de cuarentena, ha estado poder convertirme, aunque sea unos días, en esa mujer que tiene bolsa de labores y puede sacar su tejido por las tardes, bajo la camelina. Y recoger las moras antes de que se pudran en el suelo, y hacer con ellas tartas, panqués y gelatinas. Y desayunar granola salida del horno de la casa. Y comer todos los días con agua fresca de frutas, recién hecha. Y hacer por fin las cortinas de crochet que quiero poner desde hace tanto. Y dedicar algunas horas cada día a las labores de oficina, y atender a un Papá nonagenario y a un marido que sí está trabajando, y a muchos perros que cuidan la casa. Y hacer ejercicio cada día y escribir unas líneas deslabazadas, por las noches. Cada quien sus alcances...